Van cruzando las gaviotas en los cielos australes,
van naciendo la áureas nubes tras colinas ancestrales,
van tronando las montañas bajo un Kilimanyaro,
van sumando las gotas de rocío en fuentes del Llaima.
En Chaiten hay desorden de un volcán guerrero,
volcán que entre humos y truenos a los pillanes llama.
Los huemules, zorros y cangrejos zorzales y choroyes
huyen por cálidas huellas que va sembrando un manantial
de ceniza, de fuego de piedra robadas en un jardin celestial.
El Villarrica, el Osorno, el Fujiyama, se unen al Ojos del Salado
volcán que descansa en los altos de Atacama;
cerro muerto amarrado a la cumbre de la gran montaña
como fuego eterno del corazon ardiente de un volcan sin llamas.
Del sur del continente los alados seres se cobijan en sus faldas
buscando abrigo,conteniendo el llanto de sus ácidas lágrimas;
el volcan sigue viviendo su eternidad bajo nubes debilmente albas..
y su- protección niega a las gaviotas de cielos australes.
Es el Ojo del Salado que mira al cielo escondiendo su manto
que guarda el eterno fuego bajo el cetro de su ardiente mano.
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